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Nueva Derecha vs. Vieja Derecha, Capítulo 18: Los Peligros del Pensamiento Positivo

12-2-2024 < Counter Currents 19 1824 words
 

1.719 palabras


English original here, see also FrenchPolish


Capítulo 1 aquí, Capítulo 17 aquí


“Ya es hora de dejar de hablar falsariamente.
Se está haciendo tarde.” — Bob Dylan, “All Along the Watchtower


La mejor manera de conseguir que la gente tome píldoras amargas es recubrirlas con algo dulce. Este principio es aplicable tanto a los venenos como a las medicinas, y es válido tanto en el ámbito intelectual como en el material. Las ideas más insidiosas y destructivas suelen servirse en almíbar de sentimientos nobles. Un ejemplo de ello es el eterno cliché de que los pro-Blancos debemos “mantener una actitud positiva”: centrarnos en las cosas que amamos en vez de en las cosas que odiamos.


Ésta es una falsa alternativa. Lo mejor es hacer ambas cosas: debemos amar lo que es bueno y odiar lo que es malo ―a saber, lo que se opone y amenaza a lo bueno―. Debemos promover el bien y combatir el mal. Y, seriamente, no puedes promover el bien si no estás dispuesto a nombrar y combatir los males que se le oponen.


La raíz del Nacionalismo Blanco es, por supuesto, el amor a nuestra gente. El objetivo del Nacionalismo Blanco es, por supuesto, perpetuar nuestra raza y asegurar su bienestar. Son fines positivos. Pero si eso es todo lo que tenemos que decir, entonces la defensa Blanca queda como algo meramente sentimental, abstracto, altruista, una mera cuestión de sentir y pensar, en lugar de decir y hacer.


Tan pronto como pongamos en práctica nuestro amor, tan pronto como demos un paso afuera de la cámara de eco online y entremos en el campo del debate público, tan pronto como tratemos de promover el bienestar de nuestra gente en el mundo real, descubriremos que hay personas que realmente se oponen a nosotros, gente con intereses opuestos, incluso aquéllos que simplemente nos odian y a quienes deberíamos odiar de corazón en respuesta.


El peligro del pensamiento positivo es que, en última instancia, es ineficaz. No puede salvar a nuestra gente, porque es abstracto en vez de concreto, noble en vez de realista. Estoy a favor de las abstracciones y los ideales, pero no son fines en sí mismos. Ellos han de arrojar luz sobre la realidad y conducir a una acción realista y eficaz. Las palabras alegres y altisonantes, divorciadas de hechos desagradables, no salvarán a nuestra raza, cuya existencia en el mundo real se ve amenazada por fuerzas concretas que incluyen enemigos reales de carne y hueso.


Mantener una actitud positiva se reduce básicamente a ser superficial en vez de radical. Por muy positivo que sea el discurso, no se puede evitar abordar la evidente realidad de la desposesión Blanca. Así que, para “mantenerse positivo”, uno tiene que negarse a examinar las causas subyacentes de nuestra difícil situación, concretamente los culpables de la misma, no sea que descubramos razones para odiar.


Pero la mejor forma de tratar una enfermedad es comprender la causa. La mejor forma de acabar con la hierba mala es arrancarla de raíz. La mejor forma de detener el genocidio Blanco es descubrir quién está detrás, y por qué, y pararle los pies.


Realmente, hay personas que se obsesionan tanto con perjudicar a sus enemigos que acaban perjudicando sus propios intereses. Es la psicología del rencor, y es contraproducente. Por ejemplo, algunos Nacionalistas Blancos están tan obsesionados con meter goles a los Judíos que atacan a Israel por racista y nacionalista, cuando los Nacionalistas Blancos deberían estar defendiendo los principios del nacionalismo racial, en lugar de atacarlos con criterios progres, igualitaristas y universalistas.


Pero la solución al rencor suicida no es una negativa mojigata a enfrentarse a la realidad de la enemistad. En lugar de eso, uno debe tener claras las prioridades. Nuestro objetivo primordial es servir a los intereses positivos de nuestra gente. Obsesionarse con nuestros enemigos puede entrar en conflicto con ese objetivo. Sin embargo, en última instancia, ignorar o restar importancia a la realidad de la enemistad es una amenaza mucho mayor para nuestro pueblo que el rencor autodestructivo. El remedio que ofrecen los partidarios del “positivismo” es peor que la enfermedad.


El lema de “mantenerse positivo” se repite por muchas razones, incluyendo el altruismo sincero e ingenuo. Pero, al igual que ocurre con el lema del “suicidio Blanco” ―al cual va generalmente unido―, sospecho que los motivos que hay detrás de su propagación suelen ser moralmente escuálidos: cobardía o directamente subversión enemiga.


El panorama se aclara cuando nos preguntamos qué están tratando de ocultar los que piensan en positivo. ¿Están tratando, por ejemplo, de que apartemos nuestra mirada de la depravación Negra? ¿Están pidiendo que no les preguntemos sobre la “Cuestión Negra”? ¿Nos están diciendo que debemos enfocarnos simplemente en difundir el lema del “genocidio Blanco”, en lugar de detenernos en el crimen, la corrupción y el caos de los Negros? La coherencia lo exige, pero no veo que lo hagan.


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En lugar de eso, el lema de “mantenerse positivo”, igual que el lema sobre el suicidio, es casi siempre usado para desviar nuestra mirada del problema Judío, es decir, el hecho de que los Judíos están enormemente sobrerrepresentados entre las fuerzas que promueven la desposesión Blanca e impiden que los Blancos se organicen para detenerla.


Es fácil entender por qué los infiltrados Judíos desean propagar este lema. Pero ¿qué motiva a los Blancos? Pienso que, en última instancia, es una combinación de cobardía e ingenuidad: cobardía ante la opresión Judía y la desaprobación social Blanca, así como la ingenua noción de que todavía se puede ganar la lucha sin nombrar y enfrentarnos a los enemigos más comprometidos. De hecho, algunos son tan ingenuos que piensan que podemos ganar mientras permitimos que nuestras organizaciones sean infiltradas e influenciadas por “simpatizantes” Judíos. (Estos Judíos pueden incluso ser sinceros, pero los agentes enemigos siempre parecen sinceros también, y ya es demasiado tarde para semejante estupidez.)


Los defensores de mantener una actitud positiva a menudo afirman que sus oponentes “sólo” hablan del problema Judío, mientras que ellos prefieren hablar enteramente sobre acciones positivas que poder emprender por nuestra causa.


Ahora, concedo que hay Nacionalistas Blancos que están obsesionados con los Judíos casi tanto como los propios Judíos. Reconozco que hay Nacionalistas Blancos que actúan como si los Judíos fueran la única causa de nuestros problemas. En el pasado, cuando yo publicaba artículos que no trataban el problema Judío, aparecían ciertos comentadores para acusarme a mí o a su autor de conspirar para encubrir la perfidia Judía. Pero hasta estas personas probablemente no crean que los Judíos sean la única causa de nuestros problemas o el único impedimento para resolverlos, aunque a menudo actúen como si lo fueran.


La idea de que sólo se puede hablar de cosas positivas en lugar de negativas, o sólo de cosas negativas en lugar de positivas, no es realmente cierta. Se puede, por supuesto, hablar de ciertos temas abstrayéndolos y aislándolos del marco general. Pero la abstracción conlleva una especie de falsificación, porque se trata de partes, no del conjunto ―y, en el mundo real, todo está interconectado―. Por consiguiente, si uno piensa realmente a través de abstracciones, si uno trata de entender cómo se relacionan con el resto del mundo, cómo se engranan en redes de significado y causalidad, entonces uno se enfrenta inevitablemente a más cuestiones. Y hay que hacerlo si se quiere influir con cambios reales en el mundo real. Por tanto, tratar los asuntos de forma aislada no es realmente tratarlos.


Si, por ejemplo, uno piensa seriamente en cómo va a dar pasos positivos hacia la salvación de nuestra gente, tendrá que enfrentarse a ciertos aspectos negativos, como el amplio y fundamental papel de la Judería organizada en la promoción de la desposesión Blanca y en impedir que los Blancos se resistan a la misma. O, si se empieza por el problema Judío y se aborda meticulosamente, se sugerirán por sí mismos ciertos pasos positivos hacia su corrección.


En un mundo en el cual todo está interconectado, el pensamiento verdaderamente radical ―el pensamiento que puede conducir a acciones que puedan cambiar el mundo― es concreto y holístico. Pero intentar enfocarse enteramente en lo positivo o en lo negativo nos condena a ser abstractos y superficiales ―y así, desde un punto de vista práctico, también ineficaces―.


¿Qué pasa con la gente que tiene una amplia y concreta comprensión del aprieto en el que se encuentran los Blancos, pero que optan por abstraer ciertos elementos y enfocarse en ellos en particular? El mundo es muy grande, a fin de cuentas. No puede saberse todo sobre todo. La especialización es inevitable y, de hecho, necesaria para el progreso. ¿Qué pasa con la gente que desea centrarse en la Raza, o en la inmigración, o en el problema Judío de forma aislada del resto del cuadro?


Hay una forma correcta y otra incorrecta de especializarse. Uno puede especializarse sin perder de vista el conjunto, y cuando la gente pregunta por el cuadro completo, uno simplemente necesita remitirlos a otros especialistas y luego volver al mensaje. Sin embargo, no hay que evadir ni ofuscar el cuadro completo.


Por supuesto, estas evasiones sólo van en una dirección. Kevin MacDonald, por ejemplo, no trata las diferencias raciales biológicas o la inmigración no-Blanca como una patata caliente. No suele ocurrir lo mismo con la Cuestión Judía, la cual es evitada sistemáticamente por quienes desean posicionarse más cerca de la corriente política dominante.


Por supuesto, cuando los escritores se abstienen de abordar la Cuestión Judía, cae sobre ellos la sospecha de que trabajan para el otro bando. Pero hay una manera fácil de disipar tales dudas (al menos, las razonables). Cuando surge la Cuestión Judía, simplemente deben declarar que no están especializados en ese asunto, reconocer que existe un debate genuino sobre el tema, remitir a quienes pregunten a la obra de Kevin MacDonald, y luego volver a lo que estuviesen diciendo.


En ningún caso, empero, se debe recurrir a la ofuscación y a la desinformación. Los medios de comunicación y el sistema educativo están trabajando las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año, desde la cuna hasta la tumba, para engañar a nuestra gente sobre la Raza y la Cuestión Judía. Por lo tanto, es francamente repugnante que Nacionalistas Blancos se sumen a la mentira por estar trabajando en algún astuto ángulo que les es conveniente.











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