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El Secuestro de los Nobel

17-10-2023 < Counter Currents 33 7063 words
 

6.588 palabras


English original here


Observando el listado de los Premios Nobel, uno no puede evitar darse cuenta de quién gobierna el mundo y cuál es la agenda política que se pretende imponer. De hecho, en ocasiones, el Premio Nobel se convierte en un medio para difundir propaganda de odio contra los enemigos del Sistema.


Por ejemplo, este año los Premios Nobel han tenido por misión apoyar la lucha de sexos en nuestros países (Claudia Goldin); reforzar la menguada confianza en unas vacunas contra el Covid (Weissman y Karikó), que en el mejor de los casos han sido inútiles; y vapulear al principal enemigo de Israel en la región, la República Islámica de Irán, con la excusa (Narges Mohammadi) del modo en que tratan a sus mujeres, ahora que las fuerzas armadas de Estados Unidos han sido definitivamente expulsadas del Afganistán de los talibán y las mujeres de allí han dejado de importar.


En la ceremonia del año pasado se vivió una situación sin precedentes: la Fundación Nobel comunicó que no sería bienvenido en el banquete del Premio Nobel el segundo partido más votado del país, los Demócratas de Suecia, por el horrendo crimen de querer detener la invasión extranjera (entre la cual destaca la de origen iraní, por cierto) y no estar conformes con la extinción de los suecos.


La influencia política en los Premios por parte de los medios de comunicación Judíos también se traduce en un sesgo racial. Según el Dr. Jan Biro: “El Premio se concede 137 veces más frecuentemente a candidatos Judíos de todo el mundo, y 26 veces más a los de Estados Unidos, que lo que cabría esperar por el tamaño de la población Judía. La proporción de laureados Judíos se multiplicó por más de dos (2,3 veces más) después de la II Guerra Mundial debido a que se disparó el número de Premios compartidos entre Judíos y gentiles (8,8 veces más). Su mayor cociente intelectual y la elección preferencial de las ciencias como profesión entre los Judíos no explican totalmente este sesgo pro-Judío.”[1] Por no mencionar el hecho de que el presidente de la Fundación Nobel entre 2005 y 2013 ha sido el hijo del jefe de la rama sueca del Congreso Mundial Judío, Marcus Storch.


Sin duda, en la mayoría de los casos, los galardonados reciben su premio merecidamente; sin embargo, en el resto, podemos detectar un sesgo muy pronunciado. Como sería de esperar, por supuesto, esto es particularmente escandaloso y patente en aquellas categorías menos basadas en el mérito, más politizadas y con mayor carga de subjetividad, es decir, en los Nobel de la Paz.


Sólo 17 Negros han “ganado” algún Nobel, la mayoría de ellos de forma tan ridícula e inmerecida como Obama. De ellos, la inmensa mayoría son de paz, casi ninguno de artes y ni uno solo de ciencia. También, todos y cada uno de ellos fueron obtenidos sólo a partir del establecimiento del Nuevo Orden que siguió a la II Guerra Mundial.


Algunos de los casos más sangrantes y paradigmáticos de este sesgo político son el Nobel de la Paz de Barack Obama y el no-Nobel de Donald Trump. Henry Kissinger, sí; Rudolf Hess, no. Woodrow Wilson, sí; Adolf Hitler, no. Nelson Mandela, sí; Mahatma Gandhi, no. O incluso el Nobel de Literatura para Bob Dylan, pero no para Ezra Pound; para Winston Churchill, pero no para Pío Baroja. Más abajo profundizaré en los detalles de todos ellos y algunos más.


Barack Obama


Como iba diciendo, el caso más conocido de Nobel de la Paz inmerecido es probablemente el de Barack Obama, que lo recibió por la cara… o, mejor dicho, por su cara negra, mediante el más burdo ejercicio de “discriminación positiva”. Simplemente, quedaba muy moderno darle un Nobel al primer presidente no-Blanco de EE.UU.


Así, en octubre de 2009, menos de nueve meses después de llegar a la presidencia, le fue otorgado el galardón en base a… nada, concretamente. El ridículo del Comité del Nobel es aún mucho mayor si tenemos en cuenta que el plazo para enviar nominaciones había vencido sólo 12 días después de que Obama jurara como presidente.


Él mismo quedó tanto o más sorprendido que el resto de la gente. Por si fuera poco, en su discurso de la ceremonia en que le entregaron el Nobel de la Paz, Obama se permitió dedicar unas palabras justificando la guerra como solución de conflictos y para decir que la guerra estaba justificada en algunas ocasiones ―de hecho, él encontraría bastantes de esas ocasiones durante su presidencia―. No tuvo reparos en despreciar el premio y (medio-)bromear diciendo que “hoy en día se lo dan a cualquiera”. En 2015, el ex director del Instituto Nobel, Geir Lundestad, insinuó en declaraciones a la BBC que el comité que decidió premiar a Obama se arrepintió posteriormente de su decisión.


En realidad, Obama se mostraría como un fiel continuador de la política de George Bush Jr. en Oriente Medio. Y, a pesar de que pueda parecer que 9 meses (o 12 días) no son suficientes para hacer gran cosa por la paz mundial, Obama tuvo el dudoso honor de convertirse en poco menos que criminal de guerra en sus primeros meses de presidencia, provocando un millón de desplazados en Pakistán, la mayor crisis de esas características en ese país.


Durante el resto de su presidencia, Obama derrocó gobiernos, armó al Estado Islámico y fue responsable de bombardeos y otras acciones de guerra en Afganistán, Somalia, Pakistán, Yemen e Irak, además de Libia y Siria (países en los que, además, provocó sendas guerras civiles).


Sólo el año anterior a la llegada al poder de Donald Trump, la Administración de Obama soltó al menos 26.171 bombas.


Albert Luthuli


Pero los Nobeles a Negros mediante discriminación “positiva” son algo más antiguos. En octubre de 1961, se informó que el Premio Nobel de la Paz de 1960 recaería sobre el Negro sudafricano Albert Luthuli, “por su lucha no-violenta contra el apartheid.” Precisamente en ese año, la gran contribución del líder principal del Congreso Nacional Africano a la lucha no-violenta consistió en que, si bien no se opuso a emplear las tácticas terroristas que le proponía su compañero Nelson Mandela (a la sazón, presidente del CNA en el Transvaal), tampoco se pronunció a favor, dado que no creía que estuviesen preparados para emprender una campaña de esas características. No son precisamente grandes méritos para obtener el galardón, pero ¡algo es algo!


Mandela, con miembros del CNA, y en asociación con el Partido Comunista Sudafricano, cofundó el grupo terrorista uMkhonto we Sizwe in 1961, junto a Sisulu y el Judío Joe Slovo. Aunque al principio era oficialmente independiente del CNA por cuestiones de imagen pública, lo cierto es que este grupo fue ampliamente reconocido más tarde como brazo armado del Congreso Nacional Africano, que Luthuli lideró hasta su muerte, en 1967.


Woodrow Wilson


El hombre de los famosos Catorce Puntos y del impulso internacional de la “autodeterminación”, Woodrow Wilson, fue el mismo que dijo “voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas a elegir hombres buenos” y realizó intervenciones militares en numerosos países de la región. Además, convenientemente, sus Catorce Puntos sólo se aplicaban a las potencias perdedoras, y negaban explícitamente la autodeterminación a Alsacia-Lorena, que fue anexionada a Francia sin ser consultada.


Pero su mayor logro fue empujar a su país a participar en la I Guerra Mundial. Aunque Wilson era plenamente consciente de que la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses eran contrarios a la entrada en la guerra europea, él estaba secretamente determinado a introducirlos en ella, por lo que hizo lo posible por colaborar con Reino Unido y provocar un incidente que pudiera ser utilizado como excusa para un casus belli, y hasta contrató los servicios del mítico publicista Judío Edward Bernays para cambiar la opinión pública del país.[2]


Aun así, aunque en mayo de 1915 un submarino alemán torpedeaba el Lusitania, un barco inglés que transportaba material de guerra y también pasajeros civiles useños ―que se hundió tan rápido que no dio tiempo a botar los botes salvavidas precisamente porque la colosal carga de munición que transportaba provocó una segunda explosión en su interior (aunque esto fue entonces hipócritamente negado)―, no fue hasta 1917 cuando Wilson decidió romper las hostilidades, declarando la guerra… tan sólo un mes después de su segunda toma de posesión como presidente.


Para lograr esa reelección, Wilson no sólo había prometido durante su campaña electoral que mantendría la neutralidad y utilizaría un talante conciliador, sino que además su partido se presentó con el lema electoral “He Kept Us Out of War” (“Él nos mantuvo fuera de la guerra”).


Su discurso pacifista y no intervencionista había sido crucial para mantenerse en el poder, hasta el punto de que eso hizo que Wilson se convirtiese en el primer Demócrata desde Andrew Jackson (en 1832) en conseguir dos mandatos consecutivos. Sin embargo, como buen político electocrático adelantado a sus tiempos, una vez ganadas las elecciones hizo justo lo contrario a lo prometido, ya que, según declaró en su Declaración de Guerra contra Alemania del 2 de abril de 1917, era necesario entrar en guerra “para terminar con la guerra” y porque “hay que hacer el mundo seguro para la democracia”.


En 1919, después de haber introducido a Estados Unidos en la guerra en contra de la opinión del pueblo, pero en favor de la “paz” y la “democracia”, Woodrow Wilson era premiado con el Nobel de la Paz.


Sería precisamente él quien acabaría definitivamente con la tradicional política aislacionista y de neutralidad de su país y quien daría comienzo a la nueva era de intervencionismo militar y participación bélica en todo el globo que tanto ha caracterizado a Estados Unidos desde entonces, así como a una nueva era de creciente dominación por parte de la Judería sobre el rumbo del país.[3]


Martin Luther King


Otro caso es el de Martin Luther King, un depravado que, a causa de su postura política y posterior asesinato, el Sistema ha elevado a uno de los más altos puestos de su panteón de ídolos de barro.


De la misma manera que los Judíos controlaron y dirigieron el movimiento Negro y la NAACP desde el principio (con los presidentes Judíos Joel y Arthur Spingarn y Kivie Kaplan al mando del timón desde las primeras décadas hasta 1975),[4] el abogado Judío Stanley Levison, conocido por ser tesorero del American Jewish Congress en Manhattan y por haber colaborado en la defensa legal de Julius y Ethel Rosenberg, controlaba y financiaba por su parte las actividades de Martin Luther King. Entre muchos otros servicios prestados, Levison era el agente literario de King y fue coautor de su famoso discurso “I have a dream”.[5]


Gracias a que Stanley Levison era miembro del Partido Comunista (y a que King le confesó ser marxista),[6] el propio King terminó siendo investigado por el FBI y tenemos hoy conocimiento de numerosos aspectos de su verdadera personalidad.


King no sólo era un plagiador notorio (motivo por el cual debió haber perdido su inmerecido título académico), sino un degenerado sexual que participaba en orgías, utilizaba el dinero de la iglesia (la Southern Christian Leadership Conference) para pagar alcohol y prostitutas ―con las que era violento―, tuvo más de 40 amantes, y hasta presenció y alentó la violación de una mujer por parte de otro reverendo como él (Logan Kearse), mientras reía sobre ello.[7]


En otra ocasión, una de las prostitutas que contrató para hacer un trío dijo que había sido su peor experiencia debido a la borrachera y la agresividad de King.


Y, aunque constantemente sus manifestaciones eran también violentas, sus méritos para el Nobel de la Paz parecen haber sido que, a pesar de que él aceptaba a gente agresiva, trataba de convencerlos de que usaran una “no-violencia táctica”.[8]


Su familia ha demostrado ser de la misma catadura moral, pero más enfocada al dinero.[9]


Elie Wiesel


Otro icono de los medios de comunicación del Sistema es Elie Wiesel, autoproclamado superviviente del Holocausto.


Este adalid de los derechos de los pueblos oprimidos en todas partes a excepción de Palestina y cualquier otra parte donde los opresores son los Judíos, se hizo rico con sus conferencias y con la venta de sus libros holocáusticos.


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Defensor del Estado criminal de Israel y de su expansionismo con nuevos asentamientos ilegales, se negó a criticar los crímenes Judíos en Palestina calificándolos como “debates internos de Israel”, al mismo tiempo que hablaba ásperamente sobre “los peligros de la indiferencia” si el pie pisado era el de un Judío.


Su mayor mérito es haber impulsado la creación del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, adoctrinando a decenas de millones de niños y adultos en el odio hacia cierta gente y sus movimientos inmunológicos.


En Legends of Our Time, Wiesel escribió: “Cada Judío debería guardar, en algún lugar de su corazón, una zona para el odio, ese odio sano, varonil contra todo aquello que representa el alemán y que forma parte de la esencia de lo alemán. Hacer otra cosa sería traicionar a los muertos.”


Gracias a Obama, sabemos que la guerra está mal… a veces. Gracias a Wiesel, sabemos que el odio está mal… a veces. Todo depende contra quién van dirigidos. Si es contra ellos, está mal; si es contra sus rivales y detractores, está bien.


Elie Wiesel escribió el fragmento anterior unos años antes de ser premiado. Difícilmente puede existir un mejor ejemplo de lo que “discurso de odio” significa que esta cita. Sin embargo, el propio Elie Wiesel ha presionado para conseguir leyes contra lo que él denomina “discurso de odio”, que no es otra cosa que la crítica hacia las actividades de la Judería, la simple duda acerca de la versión de los vencedores de un presunto evento histórico, o el simple señalamiento de contradicciones en su relato autobiográfico o la curiosidad acerca de por qué prefirió irse con los alemanes, en vez de esperar a ser liberado por los soviéticos, si entre sus captores había presenciado las atrocidades que relata.


Como vemos, el odio furibundo ―incluso el provocarlo con pretextos falsarios― está justificado, siempre que vaya dirigido contra el blanco correcto. Así, este Nobel de la Paz también declaró: “No puedo y no quiero perdonar a los asesinos de niños; pido a Dios que no los perdone”,[10] en referencia a los niños que él supuestamente habría visto arder en gigantes hogueras al aire libre.


Sin embargo, tal como el profesor Robert Faurisson escribió: “Él dice, en efecto, que los alemanes ejecutaban Judíos, pero… mediante el fuego; arrojándolos vivos a zanjas en llamas, ¡ante los propios ojos de los deportados! ¡Nada menos! Aquí Wiesel, el falso testigo, tuvo mala suerte. Obligado a elegir entre varias mentiras de la propaganda de guerra Aliada, eligió defender la mentira del fuego en lugar de las mentiras del agua hirviendo, el gaseamiento o la electrocución. En 1956, cuando publicó su testimonio en yiddish, la mentira del fuego seguía viva en ciertos círculos. Esta mentira es el origen del término Holocausto. Hoy en día ya no hay un solo historiador que crea que los Judíos fueron quemados vivos. Los mitos del agua hirviendo y de la electrocución también han desaparecido. Sólo queda el del gas.”[11]


Wangari Mathai


La primera mujer africana en obtener el Nobel de la Paz fue Wangari Mathai. Es discutible que haya hecho méritos a la paz entre Negros al criticar a uno de los numerosos regímenes dictatoriales y la corrupción que tanto caracterizan a las sociedades Negras, pero desde luego no ha favorecido la paz racial con los Blancos, al decir, según The Standard de Kenia, que el VIH había sido creado artificialmente por científicos Blancos como arma biológica para destruir a los Negros.


Rigoberta Menchú


El odio al hombre Blanco parece ser un mérito a la hora de ganar un Nobel de la Paz. También es el caso de Rigoberta Menchú, lideresa indigenista Amerindia y defensora de grupos terroristas como ETA-Batasuna. Aunque no tanto como Wiesel, ella también padece de una imaginación demasiado fértil a la hora de elaborar su relato autobiográfico, especialmente teniendo en cuenta que su autobiografía fue precisamente lo que le otorgó popularidad y prestigio en primer lugar, motivo por el cual algunos investigadores han pedido sin éxito la revocación de su premio.


En ella, ha alterado sin rubor buena parte de su vida con datos ficticios para dar una imagen de sí misma y de su familia como de luchadores radicales por los derechos sociales de los indígenas. Según ella, habría sido analfabeta, ya que su padre se habría negado a enviarla a la escuela porque no quería que perdiera su identidad cultural, cuando la realidad es que ella estudió en un colegio privado; se inventó un hermano menor al que habría visto morir de hambre, el cual nunca existió; habría presenciado la muerte de otro hermano, quemado vivo en una plaza, cuando en realidad ni él murió así ni ella estuvo presente. Tampoco su familia estuvo en condiciones de esclavitud en las grandes plantaciones de café, ni parece haber participado siquiera en su pueblo en la actividad agrícola con su familia. Ha convertido sistemáticamente lo que en realidad eran conflictos entre Amerindios como una lucha contra la opresión Blanca y por los derechos indígenas.[12]


Como de costumbre en estos casos, su única respuesta a las acusaciones de falsedad ha sido gritar “¡racismo!” Y, más tarde, tras tener una pelea por los derechos de autor de su libro con la redactora venezolana del mismo, cambió de opinión y trató de echarle la culpa a ella de los “errores” que pudiese haber. Sin embargo, este conveniente cambio de versión también se ha topado con dificultades, dado que la redactora se defendió diciendo que cada frase del libro proviene de las grabaciones que realizó a la protagonista, las cuales aún conserva.


Nelson Mandela


¿Qué decir, pues, de Nelson Mandela, quien, siendo joven, como parte de los rituales de su tribu, hizo whiteface?


Ahora en serio. A diferencia de muchos disidentes Identitarios y Nacional Socialistas de la Alemania actual y otros lugares, él no estuvo en la cárcel por un delito de opinión, sino por terrorismo. No lucha armada, sino terrorismo indiscriminado, incluyendo víctimas de su propia raza ajenas al asunto. Hoy como ayer, las vidas Negras nunca importan si son otros Negros los que las quitan.


A pesar de la imagen que los medios quieran dar de Nelson Mandela y a pesar de todas las películas con fondo musical épico y solemne, como fundador y jefe supremo de un grupo terrorista, se dedicó a matar inocentes en estaciones, cines, etc., sin distinción entre hombres, mujeres o niños. Fue hallado culpable de 156 actos de violencia pública que incluían oleadas de atentados con bomba, muchos de ellos en lugares públicos, como el atentado de la estación de ferrocarril de Johannesburgo. Amnistía Internacional, aunque envió un observador, no le dio su apoyo, ya que había tenido un juicio justo y una condena razonable.[13]


A diferencia de McVeigh, él fue sentenciado a cadena perpetua, como muestra de clemencia del sistema judicial sudafricano y para evitar convertir en mártires a semejante morralla. Sin embargo, como los medios de comunicación occidentales no están en manos sudafricanas, sino en las de la tribu de Joe Slovo, a la larga, esto sería irrelevante, y fue convertido en mártir idolatrado exactamente igual. A la hora de imponer una narrativa, la posesión de medios de comunicación es más importante que los hechos en sí.


A este futuro Premio Nobel de la Paz, en 1985, el presidente Botha le ofreció oficialmente la posibilidad de ser liberado a cambio de rechazar la violencia, a lo cual se negó rotundamente. Tan sólo dos años antes, el brazo paramilitar del Congreso Nacional Africano había llevado a cabo uno de sus más sanguinarios atentados, el atentado de Church Street, que mató a 19 personas e hirió otras 217. El grupo también sembró con minas anti-persona carreteras rurales usadas por granjeros Blancos, o bóers, matando a 120 personas, incluyendo a trabajadores Negros.


Los asesinatos y las masacres no se dirigían exclusivamente contra los Blancos. Entre sus víctimas se encontraban otras minorías como los Hindúes, pero también otros Negros de diferente origen étnico o filiación política. Las masacres de Bisho y de Boipatong son sólo dos ejemplos.


Posteriormente, sin ofrecer ninguna concesión, y gracias sólo a la clemencia Blanca sudafricana y a la tremenda presión de los medios de comunicación Judíos de Occidente, el gobierno sudafricano decidió liberarlo y entregar el poder a la mayoría Negra del país, la cual votó al viejo terrorista Mandela como presidente.


Aún después de su salida de prisión, se permitía cantar puño en alto canciones como “Kill the Boer” junto a su colega Judío, Joe Slovo.


Tras ser liberado a cambio de nada y recibir la presidencia, hizo la vista gorda ante el genocidio de miles de granjeros Blancos que comenzó entonces, con el silencio cómplice de los mismos medios de comunicación que tan interesados se habían mostrado hasta entonces por los derechos humanos en el país. Rápidamente, la tranquila Sudáfrica se convirtió en el país con mayor tasa de asesinatos del mundo y la capital mundial de la violación. En política exterior, el gobierno de Mandela fue un apoyo internacional para regímenes genocidas anti-Blancos como el Zimbabue de Robert Mugabe.


No es de extrañar que Estados Unidos mantuviera al Congreso Nacional Africano y al propio Nelson Mandela en el listado de organizaciones e individuos terroristas hasta 2008.


Por lo demás, se suele decir que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. En este caso, detrás de este hombre criminal había una mujer criminal.


La esposa de este maltratador de mujeres (al menos con su primera), infiel por naturaleza y asesino era “Winnie” Mandela, quien era aún más radical que su marido, y una firme partidaria del “necklacing”[14] (quemar gente viva metiéndola en neumáticos impregnados de gasolina) contra supuestos informantes y colaboradores con la policía. Mientras su marido estaba en prisión, además de ponerle los cuernos, se dedicó a radicalizar aún más el partido y a apoyar el terrorismo, incluso el de tipo personal, para lo cual creó un grupo de matones compuesto por su equipo de guardaespaldas, al que puso el nombre de “Mandela United Football Club”, y a través del cual cometió toda una serie de crímenes, asesinatos y secuestros.


Éste fue utilizado para instaurar un reinado del terror contra sus propios allegados y vecinos, y amedrentar y castigar a quienes ella considerase “colaboracionistas del apartheid” o enemigos personales, llegando a matar a niños Negros como Stompie Sepei (SayHisName, ¡recuerda!), y a mujeres Negras ―por celos, por haber compartido amante―.[15] Winnie resultó implicada en al menos 15 muertes.


Sus infidelidades eran notorias. De hecho, fue la excusa oficial que Nelson alegó para conseguir el divorcio. Uno con quien fue infiel a su marido encarcelado fue el líder de su “equipo de fútbol”.


Nelson Mandela, tras ser excarcelado, se separó de su mujer para que sus salidas de tono no afectasen a su carrera política. Sin embargo, la nombró ministra en su gobierno, tras lo cual la “Madre de la Nación” tuvo que dimitir al cabo de tan sólo 11 meses por corrupción (cosa que ya había practicado en el propio partido anteriormente),[16] siendo luego condenada con centenares de cargos de fraude. Además, se asoció con figuras del crimen organizado israelí que operaban en Sudáfrica.[17] Y, a pesar de su retórica en favor de los pobres, siempre llevó una vida ostentosa.


Después de todo esto, Winnie aún fue capaz de volver a la vida política y al parlamento del país africano después de unos años. Su legado más vigente es haber sido mentora de Julius Malema, antiguo líder de las Juventudes del CNA que, tras enfrentar igualmente diversos cargos de corrupción, fraude y lavado de dinero, fundó un partido más radicalmente anti-Blanco, el Economic Freedom Fighters. Ahora él alienta el genocidio Blanco y canta abiertamente ante estadios multitudinarios canciones sobre matar a los Blancos, tal como Mandela y Joe Slovo lo hacían en su día.


Menachen Begin


Otro tanto sucedió con Menachen Begin, fundador del Likud, quien, como líder de la banda terrorista del Irgún, fue autor —entre muchas otras cosas— del atentado contra las fuerzas del mandato británico en el Hotel King David de Jerusalén en 1946, donde causó la muerte de 91 personas, o la Masacre de Deir Yassin en 1948, aldea en la que sus hombres masacraron a 254 civiles palestinos.


Por supuesto, Begin fue premiado por el Sistema con un Premio Nobel de la Paz, después de que los Judíos lo hubieran premiado por su parte con el cargo de primer ministro de Israel. El pueblo Judío tiene por costumbre premiar de ese modo, con bastante más frecuencia que el propio Comité del Nobel, a quienes anteriormente se han destacado por masacres y acciones terroristas.


Su libro Rebelión en Tierra Santa (The Revolt) se encuentra entre los clásicos más estudiados por organizaciones terroristas de todo el mundo, incluyendo el IRA y ETA.


Begin estuvo implicado como organizador en el intento de asesinato contra el canciller alemán Konrad Adenauer, pero los alemanes mantuvieron en secreto la participación Judía, y los cinco israelíes arrestados fueron devueltos a Israel sin cargos. El papel de Begin fue admitido por las memorias de Elieser Sudit, uno de los participantes.


Menachen Begin recibió el Nobel de la Paz en 1978 por los acuerdos de Camp David, pero, para 1982, ya había llevado a cabo su invasión del Líbano, y había permitido la masacre de Sabra y Shatila, donde se masacraron entre 1.500 y 3.000 refugiados palestinos.


Henry Kissinger


Por “sus gestiones para terminar la guerra en Vietnam”, una guerra en la que Estados Unidos estaba embarrado y no conseguía ganar, el Judío Henry Kissinger fue premiado con el Nobel de la Paz junto al vietnamita Le Duc Tho. Este último se destacó por ser la única persona en rechazar el galardón, y lo hizo precisamente en protesta por su concesión a Kissinger, quien violó la tregua que ambos habían pactado.


Kissinger también fue responsable de los bombardeos indiscriminados contra la población de Camboya, donde la fuerza aérea de Estados Unidos lanzó sólo en 1973 más bombas que sobre Japón durante toda la II Guerra Mundial.[18] Dichos bombardeos y la alianza establecida con los jemeres rojos fueron esenciales para que Pol Pot llegase al poder y su régimen pudiese matar a más de una cuarta parte de la población del país.


Isaac Rabin, Simón Peres y Yasser Arafat


En 1994 ganaron el premio Nobel de la Paz el primer ministro israelí Isaac Rabin, su ministro de Exteriores Simón Peres y el presidente de la OLP Yasser Arafat por los Acuerdos de Oslo a los que llegaron en 1993, que finalmente fracasaron.


Del pasado de Arafat en Fatah, ya se han encargado los medios de comunicación Judíos de recordárnoslo. De hecho, el shabbos goy Kåre Kristiansen, más sionista que los propios israelíes, del Partido Demócrata Cristiano, dimitió del Comité Noruego del Nobel en protesta por haber dado el premio también a Yasser Arafat, a quien tildó de ser “el terrorista más prominente del mundo”.


Lo que no se menciona tanto es que Isaac Rabin, como oficial de la Haganá, participó y ordenó la limpieza étnica de los palestinos, durante la campaña terrorista de la Nakba.


Isaac Rabin, como jefe del Estado Mayor de las IDF, “condujo intencionadamente a Israel a la guerra con Siria […] porque pensaba que éste era el único camino para impedir que los sirios apoyaran los ataques de Al Fatah contra Israel”, según el historiador y ex ministro israelí de Asuntos Exteriores Shlomo Ben Ami.


Siendo ministro de Defensa, Rabin lideró la sádica represión de la Primera Intifada, que comenzó como protesta contra el asesinato de cuatro trabajadores palestinos del campo de refugiados de Yabalia, que habían sido embestidos por un camión militar israelí el 9 de diciembre de 1987. Fue precisamente a la Primera Intifada a lo que los Acuerdos de Oslo intentaron poner fin.


Posteriormente, Rabin continuó construyendo nuevos asentamientos de colonos, a pesar de los acuerdos de paz.


En el caso de Simón Peres, sólo dos años después de obtener el Nobel de la Paz, fue responsable de la Masacre de Qana, matando a 106 civiles en un campo de refugiados de la ONU en el sur del Líbano.


Teresa de Calcuta


Si consideramos la paz como un medio para el fin de evitar dolor, qué duda cabe que Teresa de Calcuta sería uno de los personajes menos indicados para recibir un Nobel de la Paz. También conocida como Tere-Saw, a causa de su ensalzamiento del dolor (de los demás) como experiencia religiosa y por su negativa a proporcionar analgésicos en sus casas de moribundos.


En estos centros de Teresa no se diagnosticaban las enfermedades y no se distinguía entre pacientes curables e incurables; se asumía que todos eran pacientes terminales, por lo que se reutilizaban las jeringuillas y las condiciones higiénicas eran deplorables, y la gente que podía sobrevivir corría el riesgo de morir por infecciones o falta de tratamiento.


Se ha tratado de justificar las terribles condiciones de sus morideros comparándolos con los centros médicos habituales de la India, pero ni ella era Hindú ni la afluencia de donaciones era escasa ni eso guarda relación con su culto del sufrimiento por motivos religiosos.


Bob Dylan


El descaro y la falta de sentido del ridículo del Comité del Nobel ha ido en aumento y, en 2016, en un claro caso de sesgo pro-Judío, se otorgó el Premio Nobel de Literatura al cantante Judío Bob Dylan, alguien que ni siquiera es escritor, por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción [useña]”, convirtiéndose en el único músico que ha recibido este premio.


Nunca antes ha recibido alguien un Nobel de Literatura por tan poco material escrito ―las letras de unas canciones―, y es especialmente chirriante el haber sido puesto por delante de multitud de poetas de verdad y océanos de genuinos escritores.


El desprestigio de los Nobel como consecuencia de este tipo de amaño es doble. En justicia poética, quien no merece el premio, suele despreciarlo. Tal como sucedió con Obama, Bob Dylan también despreció el premio que supuestamente debería honrarlo.


Un miembro de la Academia Sueca, el escritor Per Wästberg, acusó a Dylan de ser “rudo y arrogante” por ignorar los intentos del Comité del Nobel para contactar con él, y por su total indiferencia tras el anuncio del premio, hasta el punto de que ni siquiera se sabía si se presentaría a la ceremonia a recogerlo.


El Judío Albert Einstein también desairó a la academia tras ser galardonado con el Nobel de Física.


Winston Churchill


Pero hablando de Nobeles regalados, y como nueva muestra de que no sólo los de la Paz pueden ser pervertidos, tampoco podemos pasar por alto a Winston Churchill.


En ambas guerras mundiales, Churchill se destacó por sus intentos de iniciar la guerra o escalarla al máximo, arrastrando irresponsablemente a la mayor cantidad de gente posible al conflicto, y especialmente a Estados Unidos, si ello le ayudaba a ganar.


En la I Guerra Mundial, Winston Churchill ―a la sazón, Lord del Almirantazgo― conspiró con el presidente useño Woodrow Wilson con el objetivo de involucrar a Estados Unidos en el conflicto contra Alemania. La idea era, según la propia correspondencia de Churchill, atraer el mayor tráfico posible de barcos neutrales a las costas inglesas con la esperanza de que los alemanes alcanzaran alguno por error,[19] lo cual serviría de excusa ante la opinión pública estadounidense para entrar en la guerra que su presidente ansiaba.


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En la II Guerra Mundial, siendo el político más ruidosamente belicista y partidario de iniciar una guerra contra Alemania (aunque antes de 1938 había dedicado grandes elogios tanto a Hitler como a Mussolini),[20] empujó a Europa al conflicto mundial más devastador de la Historia, con el pretexto de la recuperación alemana del corredor de Dantzig y de una independencia polaca que a nadie importaba cuando el ocupante era soviético.


Con esos precedentes, el nivel de chutzpah requerido para darle un Nobel de la Paz a Churchill sobrepasaba todo límite razonable. Por ello, finalmente, se le dio un Premio Nobel… de Literatura. ¿Por qué no? A fin de cuentas, había sido periodista por un tiempo y luego escribió unas memorias… Cabe recordar, además, que muchas de las expresiones y citas más famosas de Churchill son falsas atribuciones o plagios descarados de otros autores.


Aun así, todos los genocidas líderes de las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial fueron nominados al Nobel de la Paz. Roosevelt y Churchill ―los belicistas impulsores del terrorismo aéreo masivo contra barrios residenciales―, Truman ―el asesino de las bombas nucleares―, e incluso Stalin ―el mayor genocida que ha existido en el mundo Blanco―, recibieron sus respectivas nominaciones, por motivos tan ridículos como “sus esfuerzos para terminar la Segunda Guerra Mundial”, como si hubiese alguien en el mundo que no quisiera terminar una guerra (a su favor, claro, pues ya se entiende que, si su objetivo hubiese sido la paz, podían haber negociado o capitulado, terminando con la guerra instantáneamente).


La realidad fue la contraria. Churchill, tras conseguir que se declarase la guerra a Alemania, se resistió a toda costa a terminar el conflicto y lo alargó tanto como pudo con la esperanza de poder involucrar a medio mundo dentro de su bando; todo ello con tal de evitar la paz en tablas que el anglófilo líder alemán le ofrecía, incluso cuando Gran Bretaña, tras la caída de Francia, ya no tenía ninguna posibilidad de victoria por sus propios medios. Roosevelt buscó provocar a Alemania y usó a Japón como una forma de entrar en la guerra por la puerta de atrás. Stalin esperaba que Alemania y las potencias occidentales se desangrasen en la guerra, para atacar por su parte cuando todos estuviesen exhaustos. Y, finalmente, todos ellos alargaron la guerra, tan inútil como criminalmente, al exigir de Alemania algo tan insólito como la “rendición incondicional”.


Churchill, además, como hemos visto, fue nominado también al Nobel de Literatura. De Gaulle fue igualmente nominado al de Literatura, aunque el Comité Noruego se contentó con dárselo sólo a uno.


Personas que no lo recibieron


Al mismo tiempo, alguien como Rudolf Hess, que perdió su libertad durante 46 años, y finalmente su vida, por buscar la paz (para mayor honra, en un momento de absoluta hegemonía militar de su país), lejos de ser premiado con un Nobel de la Paz, es silenciado, cuando no ridiculizado. Y, sin embargo, nunca nadie dio tanto por lograr la paz. Si él no merece el Nobel, nadie lo merece.


Tampoco Mahatma Gandhi lo consiguió, a pesar de sus múltiples nominaciones. Quizá tenga algo que ver su apoyo al sistema de castas, su conocimiento de las diferencias raciales o el hecho de que sólo estuviese interesado por los derechos de los Hindúes ―a quienes consideraba superiores a los Negros―. Tampoco ayudó su defensa del mantenimiento de la pureza racial de todas las razas, motivo por el cual durante su estancia en Sudáfrica no se opuso al apartheid, sino que luchó para que se ampliase a la suya, de modo que Hindúes y Negros tampoco tuviesen que usar las mismas instalaciones (en vez de segregar sólo a Blancos, por un lado, y no-Blancos en general, por otro).[21]


Tras los Acuerdos de Múnich, que concluyeron con grandes celebraciones populares en Reino Unido y Francia, Adolf Hitler fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Ya antes, desde 1934, la escritora Judía useña Gertrude Stein había conducido una campaña en favor de dar el Nobel de la Paz a Hitler, por haber limitado los elementos que causaban desunión en el interior de Alemania. A ello hay que sumar todos los esfuerzos llevados a nivel internacional por lograr un acuerdo multilateral de desarme y por acabar con el revanchismo de la I Guerra Mundial, además del diferente trato dado a Francia tras su derrota en comparación con el recibido por Alemania tras el ignominioso Tratado de Versalles, así como numerosos y generosos ofrecimientos de paz en pie de igualdad y sin exigencias una vez que Francia y Gran Bretaña ya habían declarado la guerra a Alemania; todo lo cual fue despreciado por las potencias occidentales.[22]


Es significativo cómo antes de la guerra, en una situación de relativo equilibrio, los que habían sido nominados al Nobel por esfuerzos reales por la paz fueron Adolf Hitler y Benito Mussolini, mientras que, en la postguerra, cuando ya se había establecido un único Nuevo Orden Mundial, los vencedores se hicieron resarcir con nominaciones por el demencial pretexto de “sus esfuerzos para terminar la guerra”.


A diferencia de Obama, Donald Trump, el único presidente useño en varias décadas que no ha llevado a cabo ninguna guerra, no ha recibido ningún premio, a pesar de sus impresionantes avances en el problema de Corea del Norte, las relaciones con Rusia, los Acuerdos de Abraham, etc. Fue nominado al Nobel de la Paz en varios años durante su mandato, pero el Comité del Nobel estuvo demasiado ocupado entregando el premio a gente como el Negro etíope Abiy Ahmed, quien 11 meses más tarde declaró una guerra en su país, desafiando a una comunidad internacional que le reclamaba un mayor esfuerzo de diálogo.


Algunos de los escritores que, a diferencia de Bob Dylan y Churchill, no recibieron el Nobel de Literatura incluyen a Henrik Ibsen, León Tolstoi, Gilbert Keith Chesterton, Miguel de Unamuno, Aldous Huxley, Carl Gustav Jung, Giovanni Papini, Jorge Luis Borges, Yukio Mishima, Martin Heidegger, Mircea Eliade, etc.


Ezra Pound fue nominado al Nobel de Literatura nada menos que en 14 años diferentes. De hecho, en 1959, Anders Österling, como presidente del Comité del Nobel desde 1947 hasta 1970, fue bastante explícito acerca de las razones por las que rechazó darle el Nobel a Ezra Pound, a saber, por apoyar en su obra ideas que, según él, “contrastan decididamente con el espíritu del Premio Nobel”, al menos con el de ahora.


Cuando en 1954 Ernest Hemingway recibió el Premio Nobel de Literatura, dijo que hubiera preferido que se lo hubieran dado a Pound en vez de a él.[23] También dijo lo mismo del autor vasco Pío Baroja, cuya obra admiraba profundamente y a quien visitó en su lechó de muerte.


De hecho, varios de los discípulos y epígonos de Pío Baroja recibieron el Nobel, como Camilo José Cela, y pidieron incansablemente el Nobel para su maestro, pero éste nunca lo obtuvo. Sospecho que su libro de ensayos titulado Comunistas, Judíos y demás ralea tuvo algo que ver.


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Notas


[1] https://www.researchgate.net/profile/Jan-Biro/publication/229007550_The_Jewish_Bias_of_the_Nobel_Prize/links/53d7c0c70cf2631430bfc237/The-Jewish-Bias-of-the-Nobel-Prize.pdf


[2] Historia de la Publicidad, por Antonio Checa Godoy.


[3] La importancia de la presidencia de Wilson trasciende en mucho las consecuencias de la Gran Guerra. Para comprenderla, es recomendable la lectura del libro The Hidden Tyranny, del Judío Benjamin H. Freedman. Con la llegada al poder de Woodrow Wilson y con la creación de la Reserva Federal, el año 1913 se convertiría en una fecha fatídica en la historia useña, y supondría un punto de inflexión en el destino del país y del mundo. La lista de presidentes estadounidenses corruptos, criminales y marionetas en manos del Lobby sionista ha seguido ininterrumpida hasta el día de hoy.


[4] Supremacismo Judío, por el Dr. David Duke.


[5] The Dream: Martin Luther King Jr. and the Speech that Inspired a Nation, por Drew D. Hansen.


[6] The FBI and Martin Luther King, por David Garrow.


[7] https://nationalvanguard.org/2021/01/mlk-communist-sickening-degenerate-fetchit-for-jews/


[8] https://www.semana.com/gente/articulo/los-cables-del-fbi-que-muestran-a-martin-luther-king-como-un-enfermo-sexual/617763/


[9] https://www.amren.com/news/2017/01/milking-the-dream/


[10] https://forward.com/opinion/128652/why-i-cannot-forgive-germany/


[11] https://www.ihr.org/leaflets/wiesel.shtml


[12] https://web.archive.org/web/20100211171327/https://www.nytimes.com/1998/12/15/world/tarnished-laureate-a-special-report-nobel-winner-finds-her-story-challenged.html


[13] https://www.alertadigital.com/2013/12/06/nelson-mandela-la-otra-cara-del-mito/


[14] https://allthatsinteresting.com/necklacing


[15] https://www.theguardian.com/world/1999/nov/30/1


[16] https://www.dispatchlive.co.za/news/opinion/2014-11-06-winnies-past-a-dark-cloud/


[17] https://www.haaretz.com/2001-07-12/ty-article/winnie-mandela-and-the-ramat-amidar-gang/0000017f-e35f-d9aa-afff-fb5f6e090000


[18] https://www.courrierinternational.com/article/2009/02/26/mais-ou-sont-les-complices-des-khmers-rouges


[19] “Según las propias palabras de Churchill, era “muy importante atraer barcos neutrales a nuestras costas, con la esperanza sobre todo de enfrentar a EE.UU. con Alemania. (…) Por nuestra parte, queremos el tráfico, cuanto más mejor, y si parte de él se mete en problemas, mejor aún”.  https://www.elcorreo.com/bizkaia/sociedad/201505/07/cebo-costo-vidas-20150507112401.html


[20] Evening Standard, 17 de septiembre de 1937: “Friendship with Germany”.


[21] “The Myth of Mahatma Gandhi”, de Arthur Kemp. National Vanguard #136, Ene-Feb 2007.


[22] https://ihr.org/other/what-the-world-rejected.html


[23] VV.AA., Thule. La Cultura de la Otra Europa.







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