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Nueva Derecha vs. Vieja Derecha Capítulo 6: La Relevancia de la Filosofía para el Cambio Político

22-8-2023 < Counter Currents 21 3945 words
 

Socrates


3.754 palabras


English original here, Traducciones: Francés, Polaco


Capítulo 1 aquí, Capítulo 5 aquí


La más reciente reproducción de este ensayo fue una charla el 14 de octubre de 2012 en Seattle. Quiero dar las gracias por la estimulante discusión a todos los que estuvieron presentes. La presentación original tuvo lugar en mi lección de apertura de las clases sobre Introducción a la Filosofía que daba en la década de 1990 en la universidad.


El título de este ensayo es algo engañoso, debido a que lo que voy a defender es que la filosofía es relevante para todos los emprendimientos humanos, no sólo para la política. La filosofía no es sólo metapolítica, es meta-todo.[1] Pero soy consciente de que el lector estará más bien interesado en el cambio político; sirva eso, pues, de anzuelo para captar su interés. Más aún, argumentaré que la filosofía no es solamente de relevancia para la vida, sino de primordial importancia.


La filosofía es la búsqueda de la sabiduría, y la sabiduría es necesaria para el éxito en cada ámbito de la vida, incluyendo la política. La sabiduría, sostengo, es incondicionalmente buena. Nunca se puede ser demasiado sabio. Todos los otros bienes que perseguimos, sin embargo, son buenos para nosotros sólo a condición de que sean utilizados sabiamente. Por lo tanto, necesitamos perseguir también la sabiduría para que todas nuestras otras aspiraciones aporten algo a una buena vida, que es en definitiva lo que todos queremos.


LA BÚSQUEDA DE LA BUENA VIDA


La primera premisa de mi argumento es: “todos los seres humanos estamos en busca de la buena vida, tal como la entendemos”.


Cuando a las personas se les da a elegir, eligen la opción que les parece mejor para sí mismas en ese momento. Incluso si tienen que elegir entre males, elegirán lo que en tal momento les parece el mal menor. Esta preferencia por el bien aparente en el curso de la vida propia es a lo que me refiero con “la búsqueda de la buena vida tal como la entendemos”.


La frase “tal como la entendemos” es importante, porque indica que mi premisa es sobre todo y ante todo una afirmación psicológica sobre la elección de bienes aparentes. Escogemos lo que nos parece mejor en cada momento, incluso si posteriormente nos damos cuenta de que estábamos fatalmente equivocados.


El uso de la frase “tal como la entendemos” no implica que todas las cosas buenas sean subjetivas, es decir, que no haya un bien objetivo.


Un bien subjetivo es algo que es bueno porque lo queremos. Un bien objetivo es algo que es bueno en sí y por sí mismo. Es, por lo tanto, algo que deberíamos querer, tanto si lo queremos como si no.


Un sinónimo común para la afirmación de que los valores son subjetivos es relativismo. Un sinónimo común para la idea de valores objetivos es absolutismo. Ningún objetivista o absolutista argumenta que todos los bienes son objetivos o absolutos. Pero hay subjetivistas que argumentan que todos los bienes son subjetivos o relativos.


CONTRA EL RELATIVISMO


Hay un argumento simple para la existencia de bienes objetivos, del que se colige la falsedad del completo subjetivismo. Todos los seres humanos buscan una buena vida según la entienden. Sin embargo, la mayoría de las personas no están contentas con su vida. El subjetivismo o relativismo moral no puede explicar este hecho.


El relativista moral básicamente afirma que la buena vida es lo que quiera que queramos que sea. Pero si yo soy el que define la buena vida para mí, no tengo excusa alguna para no tener una buena vida. El relativismo moral básicamente contempla que, en el juego de la vida, nosotros inventamos las reglas al andar. Pero, si nosotros hacemos las reglas, entonces no tenemos excusa para perder. Incluso si sufres una terrible mala suerte, un relativista afirmaría que está simplemente dentro de tu poder definirla como buena.


Entonces, si todos buscamos la buena vida tal como la entendemos, ¿por qué muchos de nosotros estamos insatisfechos con nuestra vida? La mejor explicación es que hay condiciones objetivas para una buena vida y muchos de nosotros no las cumplimos.


Hay dos maneras básicas por las que podemos fallar en cumplir dichas condiciones. Primero, hay factores que están fuera de nuestro control, lo que yo llamaré fortuna, buena o mala. Segundo, hay factores que están bajo nuestro control, como nuestros pensamientos y acciones. Incluso la búsqueda más intrépida de una buena vida fallará si nos falta la buena fortuna o si pensamos o actuamos erróneamente.


Otro término que es bastante utilizado como sinónimo de buena vida es “felicidad”. Hay dos tipos de felicidad: subjetiva y objetiva. La subjetiva es un sentimiento, a saber, sentirse bien. La objetiva es un estado del ser, concretamente estar bien o bienestar. La buena vida puede ser identificada con la felicidad en el sentido de bienestar. E, idealmente, el bienestar debería ser coronado con la felicidad en el sentido subjetivo.


Todo el mundo prefiere sentirse feliz a sentirse infeliz. Pero la felicidad subjetiva no es el bien supremo. Alguna gente tiene mejores cosas que hacer con su vida. La vida muchas veces nos fuerza a elegir entre felicidad subjetiva y un bien superior. Alguna gente, por ejemplo, elige el deber por encima de la felicidad. Ellos preferirán ser nobles a sentirse bien. Pero, en tales casos, uno puede decir que están sacrificando felicidad subjetiva a cambio de un bienestar objetivo.


BIENES CONDICIONALES FRENTE A INCONDICIONALES


La segunda premisa de mi argumento es la distinción entre los bienes condicionales y los incondicionales:


Los condicionales son aquellas cosas que son buenas en algunas circunstancias y malas en otras.


Los incondicionales son aquellas cosas que son buenas en cualquier circunstancia; que nunca pueden volverse perjudiciales.


Los condicionales pueden volverse malos según las circunstancias, por ejemplo, en el momento equivocado, el lugar equivocado, el grado equivocado, o la prioridad o balance equivocados en relación a otros bienes. Demasiado de alguna cosa buena puede ser malo. Pero nunca puedes tener demasiado de un bien incondicional. Son buenos más allá del tiempo, el lugar, el grado y otras circunstancias.


LOS COMPONENTES DE UNA BUENA VIDA


Para disfrutar una buena vida, necesitamos obtener y mantener bienes particulares que componen una buena vida. Estos componentes incluyen, de lo más básico a lo más raro:


Comida
Agua
Abrigo
Ejercicio
Dormir
Seguridad
Salud física y mental
Belleza
Bienes materiales
Familia
Amigos
Sexo
Entretenimiento
Dignidad
Respeto de los colegas
Logros
Conocimiento
Inteligencia


¿Son éstos condicionales o incondicionales? Quisiera argumentar que son todos condicionales, porque es posible imaginar situaciones en las que se vuelven malos. Uno puede tener demasiada agua, demasiada comida, demasiado ejercicio, demasiadas horas de sueño, demasiado sexo, demasiado entretenimiento, etc. Uno también puede ser demasiado rico y demasiado apuesto.


¿Puede ser uno demasiado saludable? Quizás no, ya que la salud física y espiritual son componentes del bienestar. Pero uno puede, por lo menos, estar demasiado preocupado con la salud, hasta el punto de negarse otros bienes.


Uno puede tener demasiada autoestima; uno puede ser demasiado popular; uno puede estar demasiado concentrado en los logros. Uno también puede conocer demasiado o ser demasiado inteligente para su propio bien.


Aunque los componentes de una buena vida puedan a veces ser malos, la buena vida en sí misma siempre es incondicionalmente buena. El gran problema de la buena vida, por lo tanto, es cómo extraer bienes incondicionales de los condicionales, cómo perseguir bienes incondicionales por medios condicionales.


No hay circunstancias bajo las cuales quisiéramos vivir una mala vida. Pero no toda vida es una buena vida. La vida como tal no es incondicionalmente buena. Sólo la buena vida lo es. Por lo tanto, si una vida particular carece de valor suficiente para continuar, terminarla no es un rechazo del valor de la buena vida, sino la afirmación de ella. La buena vida, en resumen, puede también incluir una buena muerte.


OBTENER LOS COMPONENTES DE UNA BUENA VIDA


Hay dos fuentes básicas de componentes de una buena vida: fortuna y trabajo.


La fortuna es caprichosa e injusta. Algunas personas nacen saludables, hermosas, inteligentes y talentosas. Otros nacen ricos y privilegiados. Algunos tienen familias felices y amorosas. Algunos nacen en sociedades civilizadas, pacíficas y prósperas. El resto puede caer en alguna parte de una muy larga gradación entre los extremos opuestos. El trabajo es una de las formas por las cuales tratamos de corregir las injusticias de la fortuna.


Tanto la fortuna como el trabajo son en sí mismos bienes condicionales. Uno puede tener demasiada suerte, debido a que la mala fortuna es una forma de construir fuerza y carácter ―aunque, si uno es realmente afortunado, sus debilidades nunca serán puestas a prueba―. Y uno puede trabajar demasiado o darle demasiada importancia al trabajo.


LA CUESTIÓN DEL USO


El trabajo y la fortuna son dos formas de llegar a poseer bienes. Pero, para vivir bien, no basta sólo con poseer bienes. También hay que usarlos. Y, dado que los bienes condicionales pueden resultar malos, no basta sólo con usarlos. También hay que usarlos correctamente; hay que hacer un correcto uso de todas las cosas.


La sabiduría es la habilidad de hacer un uso correcto de todas las cosas. Lo opuesto a la sabiduría es la estupidez, una tendencia a hacer mal uso de todas las cosas.


Sin sabiduría, ninguna de las cosas que poseemos es necesariamente buena para nosotros. La fortuna baña de regalos a alguna gente: salud, belleza, estatus, riqueza, etc. Pero, si uno carece de sabiduría, cuanto más grandes sean esos regalos, más grande será el desastre potencial. Un ejemplo clásico es Diana, la princesa de Gales, que tenía todas las ventajas que la fortuna puede otorgar; sin embargo, falló en tener una buena vida, mayormente por las malas decisiones que tomó. Grandes regalos combinados con estupidez conducen a consecuencias terribles. De hecho, la gente estúpida está mejor con pocos regalos, dado que así tienen menos posibilidades y modos de lastimarse o lastimar a otros.


Con sabiduría, sin embargo, uno puede vivir una buena y feliz vida, incluso si la fortuna te da pocas ventajas y muchas desventajas. El destino nos da una mano a todos. Algunos sacan buenas cartas; y otros, malas cartas. Pero la gente que juega su buena mano de mala forma puede terminar perdiendo, mientras que la gente que juega una mala mano sabiamente puede terminar ganando. Por lo tanto, la sabiduría es muy igualadora. La sabiduría nos permite contrarrestar la mala fortuna y crear nuestra propia buena suerte.


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Los bienes condicionales contribuyen a una buena vida sólo si son utilizados sabiamente. Sin sabiduría, ningún bien condicional acumulado por una buena fortuna o un intenso trabajo aporta necesariamente en favor de una buena vida. La sabiduría es condición sine qua non para una buena vida ―el requisito esencial sin el cual no puede existir―.


De este modo, la sabiduría, igual que la buena vida en sí misma, es un bien incondicional. No hay condiciones bajo las cuales uno está mejor siendo estúpido que sabio. Uno puede ser demasiado rico, inteligente o guapo para su propio bien. Pero uno nunca puede ser demasiado sabio para su propio bien. La sabiduría está alineada inquebrantablemente con la buena vida. Nunca se desvía de lo bueno, y debido a que nunca pierde de vista lo bueno, puede dirigir todas las otras cosas hacia lo bueno. Por lo tanto, la sabiduría es el componente más importante de una buena vida, sólo por detrás en importancia de la vida misma.


Si nos tomamos en serio la buena vida, entonces la búsqueda de la sabiduría, específicamente la filosofía, debería ser nuestra primera y mayor preocupación, anterior incluso a la búsqueda de bienes condicionales; ya que, cuantos más bienes acumulemos sin sabiduría para utilizarlos, mayor es el peligro para nuestro bienestar.


¿LA SABIDURÍA ES SIEMPRE NECESARIA PARA LA BUENA VIDA?


He argumentado que la sabiduría es necesaria para la buena vida. Pero ¿lo es siempre? ¿Es por lo menos posible que una persona que es indiferente a la sabiduría, incluso un completo idiota, lleve empero una buena vida? El mundo está lleno de gente despreocupada que no piensa en el mañana; gente que confía con bondad en desconocidos, Dios o la Madre Naturaleza; gente cuyos planes de jubilación consisten en ganar la lotería; porreros que piensan que “todo está bien”, etc.


Es por lo menos concebible que algunas de estas personas tengan realmente suerte. No sólo puede la fortuna darles ciertos regalos, sino también otorgárselos en el momento adecuado, en el lugar adecuado, en el grado adecuado, de tal forma que nunca tengan que sufrir desafíos a la hora de hacer un uso correcto de cualquier cosa. Esta racha de suerte podría, además, continuar toda su vida. Es, por supuesto, poco probable.


Disfrutar la buena vida a través de la pura suerte podría ser llamado el paraíso de los tontos. Pero sólo un tonto contaría con ello. El principio de la sabiduría es la decisión de no depender de la suerte, sino de ser uno mismo quien crea un poco de su suerte. (Incluso Forrest Gump no dependió enteramente de la buena suerte. Él también tuvo el buen juicio de escuchar lo que su mamá le había dicho.)


¿LA SABIDURÍA ES SUFICIENTE PARA LA BUENA VIDA?


La idea de que la sabiduría sola basta para una buena vida es equivalente a la afirmación de que una buena vida depende enteramente de las cosas que podemos controlar; por consiguiente, podríamos tener una buena vida sin necesidad de los bienes otorgados por la fortuna, incluso en el contexto de la peor suerte. Séneca y Epicteto, estoicos romanos, argumentaron que la sabiduría es suficiente para la buena vida; por lo tanto, el sabio sería inmune a la mala suerte.


Aunque éste no es el lugar para tratar ese punto, yo creo que la visión estoica es atractiva pero falsa. Yo sigo a Aristóteles, que afirma que la buena vida requiere algo más que sólo virtud. También requiere bienes externos, que deben ser obtenidos a través de la fortuna y del trabajo. Los bienes externos, sin embargo, no están enteramente bajo nuestro control. De este modo, la buena vida no es inmune al infortunio.


Si fuéramos forzados a elegir entre bienes externos y bienes del alma, deberíamos siempre elegir los bienes del alma. Pero, entonces, ya no estamos hablando de la buena vida, sino simplemente de la menos mala. Sócrates argumentó que un hombre recto que ha sido perseguido, condenado y martirizado por la sociedad sale mejor parado que un hombre corrupto que disfruta de todos los regalos de la buena fortuna. Pero eso no es lo mismo que decir que un hombre virtuoso en el potro de tortura está viviendo una buena vida.


SABIDURÍA TEORÉTICA VS. SABIDURÍA PRÁCTICA


La sabiduría de la que estoy hablando aquí es generalmente llamada sabiduría moral o práctica, en contraposición a la sabiduría teorética.


La filosofía se divide generalmente en cinco campos: metafísica, que trata sobre el ser y el lugar del hombre en el cosmos, incluyendo temas tales como la existencia de Dios o los dioses y de la libertad e inmortalidad del alma; epistemología, que trata sobre el conocimiento y la verdad; estética, que trata sobre lo hermoso; ética o filosofía moral, que trata sobre la buena vida; y filosofía política, que trata sobre la buena vida en común. La filosofía política y la moral no pueden realmente ser separadas, debido a que el hombre es un animal social; así pues, la buena vida es buscada en sociedad, y debe procurarse tanto colectiva como individualmente.


Metafísica, epistemología y estética son las ramas teoréticas de la filosofía. Sus descubrimientos no son, en sí mismos, prácticos, pero son ciertamente relevantes para la filosofía práctica.


Por ejemplo, debates metafísicos sobre la inmortalidad o mortalidad del alma, si Dios o los dioses existen, si somos libres o determinados, etc., todos ellos tienen implicaciones para la filosofía moral.


Debates epistemológicos sobre fe y razón, razón y experiencia sensorial, ciencia y sentido común, etc., todos tienen implicaciones prácticas. Toda pregunta seria utiliza, además, las herramientas de la lógica.


Incluso la estética tiene implicaciones prácticas. La estética trata sobre la belleza como tal, no sólo del arte, y la belleza muchas veces sirve como guía para determinar lo que es real, verdadero y bueno. Es más, la apreciación de la belleza, que puede ser sistemáticamente cultivada, es uno de los componentes de la buena vida.


De este modo, incluso si la sabiduría práctica es nuestra principal preocupación, la sabiduría teorética no es simplemente teorética.


¿Debe acaso la sabiduría teorética estar subordinada a la sabiduría práctica? Para responder a esto, debemos preguntarnos si la sabiduría teorética es incondicionalmente buena. ¿La especulación metafísica, epistemológica y estética son buenas en cualquier circunstancia? Yo sostengo que no. Incluso las teorías verdaderas pueden ser malas si se persiguen en exceso o si no se considera el contexto y las consecuencias. Entonces, la sabiduría teorética debe ser guiada por la sabiduría práctica, así como la sabiduría práctica se nutre de la sabiduría teorética.


Pero esto no quiere decir que toda la actividad teorética deba estar enfocada hacia la producción de efectos prácticos. Cosas hermosas y sin utilidad ―perseguidas como fines en sí mismos― son parte de toda buena vida, ya se trate de juegos, aficiones, aventuras, exploración, experiencia estética, investigación científica o especulación metafísica.


No todo lo que es congruente con la buena vida tiene que producir buenos efectos. En efecto, algunas de las cosas que perseguimos como medios en sí mismos son en realidad componentes de la buena vida, la cual también es en sí misma un fin. Por lo tanto, no necesitan producir buenos efectos para contribuir a la buena vida; tienen una relación más cercana a la buena vida que la causa y el efecto, porque ya forman parte de la buena vida.


SABIDURÍA PRÁCTICA VS. CONOCIMIENTO PRÁCTICO


La teoría trata de entender el mundo. La práctica consiste en cambiarlo. ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre la sabiduría práctica y el conocimiento práctico, como las artes y las habilidades técnicas?


Tanto la sabiduría práctica como el conocimiento práctico tratan sobre cambiar el mundo. Ninguno de los dos puede ser reducido a cuestiones de hecho o principios y reglas abstractas. Ambos implican la percepción de situaciones cambiantes, únicas y concretas, y la visión sobre la aplicabilidad de los hechos y principios abstractos en circunstancias concretas.


La diferencia esencial es que el conocimiento práctico es moralmente neutro, por lo que puede ser usado para fines buenos o malos, mientras que la sabiduría práctica siempre está dirigida hacia el bien y es, por tanto, intrínsecamente moral.


Por ejemplo, los cirujanos son los mejores torturadores, porque las mismas habilidades que pueden aliviar el dolor pueden ser usadas también para infligirlo. La diferencia entre el cirujano y el torturador no es una cuestión de conocimiento, sino una cuestión de ética, de sabiduría moral que garantiza que se hace un uso adecuado del conocimiento. (Una profesión es una combinación de conocimientos teoréticos y prácticos moralmente neutros, con un código ético superior que aplica ese conocimiento a fines buenos.)


CONCLUSIONES


He argumentado que todos los seres humanos van en busca de la buena vida, que es incondicionalmente buena. Pero los principales componentes de la buena vida son buenos para nosotros sólo a condición de que sean usados sabiamente. Así pues, la sabiduría es el componente más importante de la buena vida, porque, sin ella, todos los dones de la fortuna y los productos de un arduo trabajo pueden volverse en nuestra contra y convertirse en fuentes de miseria en lugar de traernos bienestar. La sabiduría, sin embargo, es incondicionalmente buena, como la buena vida en sí misma, por lo que nunca se volverá en tu contra.


La filosofía, que es la búsqueda de la sabiduría, es la actividad más importante para cualquiera que se tome en serio la buena vida. La filosofía es la única disciplina que busca la obtención de cosas incondicionalmente buenas: la sabiduría y la buena vida en sí misma.


Ten esto en cuenta cuando estés evaluando opciones como: prioritariamente, ¿filosofía… o biología?, ¿filosofía… o ir al gimnasio?, ¿filosofía… o televisión?, ¿filosofía… u horas extras en el trabajo?


En cada caso, la filosofía debería ir primero, porque el conocimiento de la biología, el estado físico, la relajación y el dinero son todas cosas buenas, pero no son incondicionalmente buenas. Y pueden, de hecho, ser tan traicioneras como serpientes de cascabel a menos que seas capaz de utilizarlas sabiamente.


Si la filosofía es de primordial importancia para la totalidad de la vida, entonces, a fortiori, es también de suprema importancia para el cambio político. La metapolítica no va enteramente de filosofía, pero las preguntas metapolíticas centrales sobre la moralidad, el destino y las instituciones políticas son filosóficas.


Así que, si estás interesado en perseguir la buena vida no sólo para ti mismo, sino para nuestro pueblo en su conjunto, la sabiduría es un bien incondicional, y la filosofía es un estudio indispensable.


POR DÓNDE EMPEZAR


Este ensayo está basado en la primera lección (en forma de discusión socrática) que impartí en mis clases universitarias de Introducción a la Filosofía. Yo tenía todo un curso de estudio planeado. Pero ¿con qué deberían empezar mis lectores? La respuesta es con Sócrates.


El argumento central de este ensayo proviene de Sócrates. En el diálogo de Platón Eutidemos, Sócrates acepta los desafíos de convencer al atleta más estúpido del gimnasio, Clinias, de la importancia del estudio de la filosofía (278d-282d). Si el argumento funcionó con Clinias, seguramente haya funcionado contigo.[2]


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Notas


[1] La filosofía es una parte importante de la metapolítica, pero no es toda la metapolítica; esta última abarca otras disciplinas intelectuales, así como los medios para su propagación y las comunidades que engendra.


[2] No hay sucedáneo para la lectura de los diálogos de Platón y otros textos socráticos, pero igual que uno necesita lecciones de natación antes de saltar al agua, uno también necesita un poco de contexto antes de estudiar a Sócrates. Te recomiendo empezar con Socrates: The Man and His Thought, de A.E. Taylor (Garden City, N.Y.: Doubleday, 1953), que es un trabajo honesto, sin pretensiones, de un filósofo inglés de la vieja escuela. Para un más sutil pero altamente accesible análisis sobre Sócrates, léase “The Problem of Socrates: Five Lectures”, por Leo Strauss, en The Rebirth of Classical Political Rationalism: An Introduction to the Thought of Leo Strauss, ed. de Thomas L. Pangle (Chicago: University of Chicago Press, 1989). Strauss, por supuesto, es una figura traicionera con intenciones propias, así que tómalo sabiamente, es decir, como punto de partida, pero sin perderte en su laberinto intelectual.







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